De la angurria a la imprudencia

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Si por uno de esos caprichos del azar, algún marciano aterrizara en República Dominicana y leyera los periódicos de esta semana, seguro pensaría que el presidente Danilo Medina acaba de tomar posesión del cargo. Ni a un extraterrestre se le ocurriría pensar que el actual está en la postrimería de su gestión.

Pues ni los extraterrestres verían lógicas una serie de medidas, concesiones, ascensos militares y fiscales, contrataciones y licitaciones millonarias a diestra y siniestra en plena transición de mando.

Por elemental prudencia, por mera delicadeza, un gobierno al que solo les restan 19 días debería abstenerse de firmar contratos para contratar obras y/o servicios que impliquen compromisos más allá del 16 de agosto.

Estoy de acuerdo con Carlos Pimentel, futuro director de Compras y Contrataciones Públicas, y José Ignacio Paliza, próximo ministro administrativo de la Presidencia, en cuanto a que «insistir e intentar contrataciones en un período de transición, que no son necesarios y que no son urgentes para el funcionamiento de la administración pública es un acto de imprudencia y de indelicadeza». Y de angurria, agrego yo.

Estoy convencido de que muchas de las disposiciones de última hora, especialmente si se trata de compras y contrataciones de bienes y servicios, una vez revisadas, deberán ser anuladas por improcedentes. Nadie consigue buen precio si sale a comprar desesperado, ya al echarse la paloma.

Algún ingenuo alegara que el Estado no debe paralizarse hasta el 16 de agosto, y es cierto. Pero de lo que se trata aquí es de acciones altamente sospechosas, hechas a la carrera, como las adolescentes cuando jugaban jazz (o jacks, matatenas) y les tocaba «recogida para foni (funny) 1»: con un solo movimiento de mano, las jugadoras más hábiles, se llevaban todas las fichas que quedaban (una especie de robo legal, válido solo al final del juego).

Al menos las jugadoras de jazz tenían la obligación de anunciar a sus competidoras «recogida para foni una», mientras los funcionarios actuales lo hacen de manera cuasi oculta. Ni por cortesía se lo ha informado a sus sucesores, que se enteran por la prensa días después del hecho consumado.

Entre algunas de estas medidas sospechosas, movidas más por la angurria, el miedo o la imprudencia durante la transición en curso vale citar los siguientes ejemplos:
El ascenso «clandestino» de fiscales a procuradores de corte de apelación (tras el escándalo, el Consejo del Ministerio Público dijo que había dejado sin efecto la decisión).

Los ascensos, también «clandestinos», de varios coroneles a generales.

La compra de un sistema de información del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología.

Licitación para la compra e instalación de equipos para la climatización del Ministerio de Educación.

Inauguración de obras a la carrera.

La concesión de una licencia para la construcción de un aeropuerto en Bávaro, a menos de 20 kilómetros donde ya hay otro bastante eficiente. Dicen que el único propósito es favorecer, más que a un determinado grupo económico, a un ministro del actual gobierno y miembro del todavía poderoso Comité Político del PLD.

Es lamentable, pero los últimos pasos dados por el gobierno del PLD demuestran, una vez más, que la angurria conduce a la imprudencia. Están como la tienda aquella: «barriéndolo todo».