
El camaleón político dominicano, que vive cambiando de color y de
discurso, lo comparo con el pasaje bíblico de la enardecida multitud
que proclama a Jesús, a su entrada a Jerusalén, como el Rey, el
Mesías, el enviado de Dios que tanto tiempo había esperado el
oprimido pueblo de Israel. Horas después esa misma furiosa
multitud lo maldecía, pidiendo que liberasen al delincuente
Barrabás, en vez de aquel Maestro que a nadie había hecho daño y
para todos quería el bien.